Es precisa una reconceptualización del rol de los docentes y su intervención didáctica ante los planteamientos actuales sobre la enseñanza y el aprendizaje.

Hoy el docente no es quien enseña, sino quien facilita, promueve, guía y acompaña en el aprendizaje del discente. La enseñanza hoy no es tanto un logro cuanto el proceso aprendizaje del otro. No olvidemos el concepto de aprendizaje durante toda la vida.

El concepto de aprendizaje así está más alineado con el desarrollarse como persona y mejora de uno mismo que con el de una educación bancaria. No se trata tan sólo de que el alumno adquiera conocimientos y competencias, sino de desarrollar su capacidad para aprender a aprender.

Esta orientación precisa que, de una parte, quien tiene la responsabilidad de enseñar tenga una notable capacidad de comunicación, no solo desde el punto de vista oral, sino considerando todas las aptitudes que intervienen en la comunicación, tanto la oral, como la escrita, la no verbal, la gestual…, e incluso el dominio de técnicas de comunicación como las audiovisuales.

Y, naturalmente, todo esto adaptado a las necesidades y condiciones de sus pupilos. Esta circunstancia es más relevante si el modelo de formación elegido es el modelo de formación abierta o a distancia.

Por otro lado, el alumno debe poner en juego todo su esfuerzo y voluntad. El aprendizaje es un hecho individual que requiere un esfuerzo por parte del aprendiz.

Crear las condiciones, facilitar los procesos y contenidos y acompañar y dirigir al que aprende son elementos que adquieren una relevancia notoria si comparamos las intervenciones didácticas que nos demandan hoy y las que utilizaban nuestros maestros en el pasado.

Al final, se trata de buscar las interacciones entre unos y otros (personas, elementos, contenidos, diseños, medios… porque es en estas interacciones donde se produce el aprendizaje.