Cuando se trata de aumentar la motivación de los alumnos, conviene saber manejar los refuerzos.

Un refuerzo es la consecuencia inmediata que sigue a una conducta. El refuerzo es positivo si resulta agradable y fomenta la repetición de dicha conducta, y negativo cuando resulta aversivo o desagradable y conlleva la eliminación de la conducta.

Los refuerzos positivos pueden ser materiales (premios, dinero, comida) o sociales (sonrisas, palmada en la espalda, chocar las manos o elogios).

El refuerzo material es un reforzador más intenso que el social, pero con el tiempo pierde su poder reforzante porque nos habituamos a los premios. Por ello, conviene comenzar reforzando materialmente a la vez que introducimos el refuerzo social.

Con el tiempo, el refuerzo social será tan potente que no será necesario el refuerzo material.

Para que el refuerzo sea efectivo:

1. Debe especificarse muy bien cual es la conducta objetivo que se quiere reforzar. Cuanto más se concrete, más fácil y efectivo será el refuerzo. Entre «te has portado muy bien» y «fenomenal, has estado atento durante toda la explicación», es más concreta la segunda opción porque le facilita al alumno saber la conducta concreta que se le está recompensando.

2. Debe aplicarse en el momento oportuno, de manera inmediata a la realización de la conducta que queremos fomentar. Por ejemplo, si lo que queremos es que nuestro alumno se mantenga más centrado en clase, podemos comenzar con un registro de conducta, en el que cada clase del día se registre si se ha mantenido atento. Cuando logra prestar atención la mayoría de las horas de clase, se le entrega su premio (algo simbólico que no tenga mucho valor, puede ser desde material escolar a algún juguetillo). Además, durante la clase se le van ofreciendo reforzadores sociales: sonrisa que demuestra que se está portando bien, una palmadas en la espalda y al finalizar se le verbaliza lo bien que ha estado en clase, porque ha mantenido muy bien la atención.

3. Debe ser aplicado de forma que esté relacionado con la conducta. Si la conducta que queremos mejorar es en clase, el refuerzo se administra en clase, no sirve si solo son los padres quienes después en casa reconocen el esfuerzo.

4. Ajustar la intensidad del refuerzo. Al comenzar a reforzar una conducta conviene que el refuerzo se realice con más frecuencia. Cuando la conducta se realiza más fácilmente, conviene que el refuerzo sea intermitente, es decir, que no se refuerce siempre tras la conducta. Se ha comprobado, que ésta administración del refuerzo favorece el mantenimiento de la conducta. En resumen, dedicar una sonrisa, chocar las manos, posar la mano sobre el hombro y elogiar la conducta bien realizada son actos útiles, eficaces y fáciles de administrar a la hora de mejorar la conducta de un alumno.