Cuando hablamos de autoestima es fácil entender que un concepto positivo de sí mismo, aumenta la capacidad de las personas para desarrollar sus habilidades y el nivel de seguridad personal. Por el contrario, una autoestima baja nos dirigirá hacia la derrota, el fracaso y por ello, a la infelicidad.

Cuando tengamos indicios de que un niño tiene una baja autoestima hay que ponerse a trabajar de inmediato, ya que si no corregimos este hecho, su crecimiento y desarrollo como persona se verá afectado.

Pero, ¿cómo podemos estimular la autoestima de nuestros pequeños? Ante todo, tenemos que tener en cuenta que los niños tienen en todos los ambientes las mismas necesidades básicas de amor y seguridad. Tienen derecho a crecer como personas, a sentirse valorados como tales y a tener la oportunidad de triunfar. Con esto por delante, hay pautas que pueden ayudar y que deberían ser tenidas en cuenta.

• Aceptar al niño como es y respetarlo. De esta manera además será más probable que el propio niño de acepte mejor a sí mismo.

• Los educadores tenemos que ser conscientes de que los niños son diferentes y cada uno tiene su propio ritmo de desarrollo, y estos ritmos hay que respetarlos. Esta es la mejor manera de que cada uno se sienta cómodo y seguro. Por tanto, es nuestra obligación ayudar al niño a descubrirse como persona y ayudarle a aprender, respetando su ritmo y sus circunstancias.

• Crear un ambiente en clase, casa y entorno dentro del que todos puedan sentirse importantes.

• Reconocer los puntos fuertes de cada niño y trabajar teniéndolos en cuenta.

• Hay veces que los niños no están preparados para aprender de la crítica por lo que observar este detalle resulta de gran importancia y en su caso, si es necesario, utilizar más a menudo la aprobación y dejar la crítica para cuando el niño sea suficientemente fuerte y maduro como para aprender de ella.

• Demos responsabilidades a los niños. Es importante que tengan opciones de desarrollar sus capacidades y que se sientan partícipes en el día a día de la clase, de la escuela. La puesta en marcha de sus responsabilidades les servirá de aprendizaje y les ayudará en su interacción con el resto de compañeros.

• Demos opciones para que los niños elijan. Si ellos piensan que tienen algún control sobre lo que les ocurre, crecerán más seguros y aprenderán más fácilmente a tomar decisiones y a resolver problemas.

• Démosle la confianza necesaria para que desarrolle sin presión sus capacidades y habilidades. Ofrezcámosle ocasiones para tomar decisiones y para que resuelva problemas cotidianos.

• Reconozcamos y valoremos los esfuerzos que realizan los alumnos, no sólo los resultados. Reforcemos para ello las conductas correctas haciéndole saber con claridad qué es lo que ha hecho bien. Hay que hacerles comprender que los errores sirven principalmente para aprender y que, de hecho, son parte necesaria del aprendizaje.

• Demos instrucciones precisas y procuremos no etiquetar su persona sino sus acciones. Así, es más constructivo decirle que ha tenido un despiste que decirle que es un despistado.

• Ante el fracaso, se hace necesario estimular para seguir intentándolo.